sábado, 12 de enero de 2008

UNA NOCHE EN LA ÓPERA

"Me lo imaginaba más grande". Es el típico comentario que hacemos cuando visitamos un lugar en el que nunca hemos estado y sólo hemos visto por televisión. Bien, puede que esa misma frase la hayamos pensado e incluso mencionado en voz alta en otro tipo de situaciones más íntimas y comprometidas pero no son las que nos ocupan ahora.

"Me lo imaginaba más grande" fue lo primero que pensé en cuanto accedí a la primera línea del palco (sí, he escrito palco) que mi esposo reservó en el Gran Teatre del Liceu para asistir a la representación de Aida.

En el diminuto folleto que nos entregaron en la entrada advertían que el señor que tenía que hacer el papel de Radamés había caído en desgracia con una tremenda afonía y por ello esa noche tendríamos un sustituto en su lugar.
Seguidamente y en letra más diminuta, nos informaban de cómo mitigar determinados sonidos molestos para los oídos más delicados. Y no es que el público se dedique a chasquear mecheros inclinados, como en otros actos musicales a los que acudo habitalmente, pero por lo visto determinados catarros en un espactáculo de esas condiciones, pueden llegar a resultar incluso ofensivos, por lo cual se recomienda, el uso de pañuelos a la hora de toser o estornudar.

Yo iba mucho más preparado que todo eso con mis pastillas del Dr Andreu contra la tos. Minutos más tarde de comenzar el espectáculo, debido al tremendo calor que sufríamos en la sala, tuve que hacer uso de ellas y compartirlas (como si fuéramos dos adictos) con la esposa de un importante alcalde. Durante el primer descanso, la buena señora tuvo el detalle de agradecerme el gesto y comentar de pasada que, aunque le habian venido de fábula, las pastillas de ahora ya no tenían nada que ver con las de antes. Sus palabras me hicieron recordar a mi madre y a su vecina, cuando cada tarde, casi como si se tratara de un ritual, tomaban un par de Optalidones con el café. Para su desgracia, tiempo después retiraron el citado fármaco por poseer un componente que creaba adicción. Años más tarde volvieron a sacarlo al mercado y ambas (mi madre y mi vecina) coincidieron en opinar que ya no era lo mismo y que además "le habían quitado lo mejor".

La segunda cosa que pensé en cuanto pisé el Gran Teatro fue que allí nadie se saluda efusivamente a distancia, como yo hice en un concierto de Madonna al coincidir con mi amiga Anita y su novio Isra enmedio de unas 18.000 personas. En el caso de la ópera es mejor esperar a los descansos (o debería decir mejor entreactos?). Mi marido fue informándome de los miembros y personalidades de otros partidos políticos que iba reconociendo y a los que saludaría una vez finalizado el primer acto. Por mi parte, a pesar de que lo intenté, no conseguí localizar a ningún famoso de los de verdad, y no es que aspirara a coincidir con grandes nombres como Britney, Amy o Moss pero incluso una sencilla Anne Igartziburu me habría hecho ilusión.

Sin llegar a mearme en las bragas, como afirmaba Julia Roberts en Pretty Woman, puedo decir que me emocioné y disfruté al máximo con el segundo acto, en el que Radamés mejoró muchísimo su actuación. A pesar de no poseer un oído muy educado, enseguida me di cuenta de que el mencionado sustituto no estaba a la altura de sus compañeros de reparto y con esas patorras blanquecinas resultaba poco creíble como héroe egipcio. Así que, no pude evitar imaginar una morbosa historia de intrigas y conspiraciones en contra del cantante titular, similar a las zancadillas que se ponen entre las vedettes para llegar a ser la primera, pero en esta ocasión, utilizando pócimas y venenos destinados a dejar mudo al pobre hombre.
Aida termina fatal, muy mal, enterradita por amor, pero incluso con la emoción que tienen todos los finales en la ópera, no podía dejar de pensar en lo asquerosas que deberían ser las almohadas de Aida y es que, a la pobrecita señora que la interpretaba, le habían esparcido un asqueroso potingue negro por toda la cara y para hundirla todavía más, una peluca de trenzas con la que se parecía más a un porrero jamaicano que a un gran mito de la ópera. Kimera se habría negado en rotundo, eso seguro!.

Para finalizar y aportar un poco de equilibrio a esta entrada dedicada a una de las óperas más bellas, quiero recomendaros este maravilloso video-clip, a cargo de Manos de Topo, que demuestra una vez más, que cantar (incluso MAL) puede legar a ser tremendamente difícil.





17 comentarios:

@ELBLOGDERIPLEY dijo...

Si es que hasta con ordenatas prestados eres buena (/o), Hillary. Como ya sabes, yo el ordenata bien, pero sólo tengo un 10% de suelo firme bajo él: siempre falla algo, pero los Grandes Bloggers nunca mueren.
Lo digo por Churru, porque ha pegao un bombazo parecido al de Chica Fina, que eso tampoco se olvida fácilmente. Tal vez sea eso la amistad: Marcas.
Me gustó el vídeo final, está genialmente hecho y es muy cachondo.Ay, qué leyenda urbana los optalidones, es verdad: se lo escuché a mayores cercanos.
Pues para ser la primera vez que vas al Liceu, no tienes nada que envidiar al Senyor Rius ni a Mariona Rebull, maca.
Ahí tienen mejor gusto para reconstruir: nada como el espantoso foyer del Teatro Real remozado, con unas columnas que parecen de Salones de Bodas Luisi. Caray, que ya me has ido a la Opera. Al menos no te duermes (sí, ya sabes a quién me refiero):-)
Petons i eso, que los Grandes Bloggers, nunca mueren.

goldengate(d) dijo...

me he reído mucho con lo de la conspiracion entre bambalinas contra el substituto lechoso ese... el mundillo del escenario tienen esas cosillas, sí.

mi abuela se enganchó a la lecitina de soja, que parecía el padre de "mi gran boda griega", que le metía limpiacristales a todo. pues ella igual, lecitina en el desayuno, para la tos, para las grietas del comedor...

y el video, cojonudo.

Pikitoni dijo...

Creo que yo también tuve esa impresión de 'pequeñez' la primera vez que fui al Liceu. Idem con el Real en Madrid. Pero luego, cuando te fijas detenidamente, te das cuenta de que realmente hay un güevo de metros cuadrados de ciertopelo cubriendo las innumerables butacas. Eso sí, entradas de las buenas pocas; de las malas, todas las que quieras jajajajajaja

Peritoni dijo...

Las dos últimas óperas que hemos visto nosotros han sido también con cambios en los cantantes principales y sustituidos por otros que no son del nivel general, y eso es un purquería que diría nuestra paisana.
Me alegro de que disfrutaras del espectáculo y de los entreactos.
Ay, el optalidón, me acuerdo de mi madre y mi abuela compartiéndolos a diario.

Casanova dijo...

Me tengo que meà siempre contigo.Me gusta que hayas ido al Liceu y que hayas comentado que te parecìa màs grande.Pero no te ha ocurrido lo mismo con ciertos hombres,que en las fotos parecen una cosa y en la realidad,otra muy distinta?.
Yo nunca he visto una òpera en vivo,y no soy nada entendido en estas lides,por eso si fuera,y el Radamés me lo cambiaran por otro cantante,pongo por caso Paco Valladares, no me darìa cuenta,aunque estuvo genial ,pero genial en "Mamà,quiero ser artista",pero una cosa no quita la otra.
Las zancadillas y puñalàs traperas en el mundo del espectàculo es tan viejo como la mismìsima Anna Baxter,pero eso que dices me recuerda a la peli de Bogdanovich "Qué ruina de funciòn" con la grandìsima Carol Burnett y Michael Caine ,entre otros,hehehe

Landahlauts dijo...

¡¡¡Qué mala es la envidia!!!
Te lo digo yo, que la estoy sintiendo en cantidades industriales ahora mismo.

Me alegro que disfrutarais. Saludos.

Churru dijo...

Cuando cuentas las posibles tramas de venganza y poder entre bambalinas, se me ha ocurrido que los collares de perlas estarán prohibidos en estas óperas, para que no le hagan como en Show Girls al protagonista o la protagonista, y ocupar su puesto algún reserva. Y el video, mancantaoooo.

Gurú Bear dijo...

exigo una satisfacción

yunzapito dijo...

Yo como soy muy cinéfilo, de cine de calidad, no del que le gusta a Ripley ni a Casanova, cuando has contando la historia de las zancadillas, me he acordado de la fabulosa Showgirls. Allí no había nada de zancadillas, lo que hacían era tirarse por las escaleras unas a otras.

Aqui en Londres la gente estaba preocupada por un supuestamente suicidio de Amy ya que hacía varios días que no salía en el periódico montando un pollo nuevo. Además como ahora se está poniendo de moda eso del suicidio... (aunque sea virtual)...

Al final no pasó del susto y nuestra idolatrada Amy re-apareció de rubia, y con más cara de loca perdida que nunca.

LOLA GRACIA dijo...

La `´opera es lo que tiene...o es un montaje de mucha pasta o las debilidades cantan, y de qué manera...pero sólo por pasar un rato en el Liceu merece la pena

Max dijo...

¡PALCO! nivelón...Lo que hace codearse con la clase dirigente ;)

Que jodienda lo de que te cambien alguno de los artistas principales. Y que pasada la recomendación de espectorar en el mochoir para mitigar ruidos o_O

Malegro que estés de vuelta en bloggilandia-

No he podido ver el video :(

luz de gas dijo...

Con todo, la idea de estar ahí, es más que atractiva. Supongo que pasará eso, cómo con tantas cosas, pero , será inolvidable, ópera en el Liceo. Envidiable. (El video, no he podido acabar de verlo, tremendo oye)

@ELBLOGDERIPLEY dijo...

Yunzapito ha vuelto comentando, y es genial, como siempre:-) Qué mal lo he pasao pensando que se había quedado encerrado en un retrete de Victoria Station. Qué alivio de dsl o de wi-fis déso. Ya me quedo más tranquilo.
Besos.

Anónimo dijo...

Me da un alegrón verte de vuelta por tu blog. Y me dais una envidia los que vivís en capitales cosmopolitas y esas cosas... Qué ganas tengo de poner mis pies(es) en el Liceu.

sylvergalaxy dijo...

Yo tengo muchas ganas de ir a la ópera y decir eso de: "que bien han cantado oye calcaico al disco"
:-)
genial el video
Besis

alfonsoht dijo...

me dejaré caer por la ópera estos días, es lo que tiene vivir lejos de la vieja europa...ay, ay Budapest

sylvergalaxy dijo...

Este si que es un buen sitio para actuar, por lo menos no tiran vasos de cerveza como a nosotros en nuestro debut....
Chinoca