LISBOA II (FIN)

En algún momento de nuestras rutas turísticas, una simpática militar se acercó para proponerme alistarme en el ejército. No quise explicarle que la idea de estar rodeado por decenas de tíos desnudos en unas duchas me parecía muy tentadora, pero si no he hecho el servicio militar en mi país, no lo voy a hacer en Portugal. Pensándolo bien, la fantasía de las duchas la puedo conseguir en cualquier gimnasio decente.
Después de excusarme diciéndole que soy español, accedí a hacerme una foto con ella y después con el maniquí, que aunque estaba hecho de puro plástico, era mucho más guapo y estaba más buenorro.


En algunas ciudades europeas, la Plaza de España, suele estar situada en los peores barrios, ese es el caso de Lisboa. Mi esposo, haciendo caso a su guía, quiso que visitáramos "la nueva y emergente zona de la capital", de la que no poseo imágenes, puesto que un nutrido grupo de drogadictos y maleantes nos esperaban a la salida del metro. Según las indicaciones del mapa, si seguíamos caminando algunas calles más arriba encontraríamos un gran centro comercial (cebo que utilizó para arrastrarme hasta allí). Transcurridos unos diez minutos y al no ver a nadie cargado de bolsas de reconocido prestigio, mi intución me hizo pensar que andábamos por el camino erróneo. Al contrario que Blanche, jamás he confiado en la bondad de los desconocidos y no iba a empezar justo en ese momento. Con semejante panorama, decidimos tomar el camino contrario al del mapa y por fin llegamos al ansiado centro de compras.Esta imagen no corresponde a los yonkies de la Plaza de España, sino a una exposición de máscaras, pero dan tanto o más miedo.
A mi no me gusta visitar a los muertos y mucho menos si no son nada mío, pero cuando son famosos y lo dice una guía, mi marido se empeña en rendirles homenaje. Bajo un sol de justicia, fuimos a ver el Monasterio de los Jerónimos, donde yace enterrado Pessoa y donde pudimos leer esta inscripción. Si Casanova o algún otro espontáneo lector tiene la bondad de traducirla para el resto, se lo agradecería.Muy cerca del monasterio y de nuevo en la desembocadura del Tajo, nos encontramos con este monumento (el de arriba). La guía de mi esposo no decía nada al respecto y por eso apenas nos detuvimos cinco segundos para observarlo. A mi lo que me hizo gracia fue pensar que si se tratara de la cola del tren en Barcelona, el de delante ya estaría aplastado en el suelo.
De nuevo, regreso al tema de los fados y os muestro la casa de Amalia Rodrigues, la más famosa cantante del género y a la que todo el mundo venera como a una santa. Resulta curioso que su representante la aconsejara no grabar ningún disco, puesto que de hacerlo, nadie pagaría por escucharla en los clubs de fado, pudiéndola tener en casa, insertada en un vinilo. Afortunadamente, Amalia tuvo una visión de futuro más acertada y tras recorrerse todos los clubs del país durante cinco años, fichó por una discográfica. Lo siguiente, supongo que sería enviar a freir puñetas a su manager, pero su biografía no lo deja claro.
He aquí uno de mis lugares favoritos de la ciudad, se trata del Parque de los Príncipes (o algo así). Fue el gran descubrimiento de una de nuestras últimas rutas. Así es Lisboa, retorcida como las ramas de este árbol para algunos y acogedora como su refrescante sombra para otros.


Lisboa no es una ciudad diseñada para peatones. Su asfalto te deja los pies insensibles, sus empinadas calles agotan a cualquiera y para hacerlo más complicado percibí un intencionado ahorro de semáforos. Pero si lo vuestro es ir de "ricas herederas" por el mundo y decidís alquilar un coche para visitar la ciudad, estaréis cometiendo un tremendo error. Tal y como sugiere Reput en su anterior comment, el trayecto del tranvía 28 es mucho más que recomendable. Os aconsejo que lo toméis en su inicio, en una plaza de la que no recuerdo el nombre, pero que estaba llena de prostitutas y camellos (un parque de atracciones infantil, comparado con lo que os espera si sois más aventureras y os metéis en un barrio llamado "Intendente")


Hasta aqui el relato de mi viaje. El par de Orfidales que me metí en el viaje de regreso y algunas noches más de mojitos me han impedido seguir un orden cronólogico de los acontecimientos, provocando que deje algunas imágenes y anécdotas por comentar, pero quizá otro día, con un par de Optalidones y dos Coca-colas recupere la memoria.