MI PRIMER ACTO

Este fin de semana he asistido a mi primer acto de esta pre-campaña electoral. En estas fechas, si tu marido es político, olvídate de los fines de semana tranquilos.
Mi candidato figura en tercera posición dentro de la lista electoral, así que, si quiero conseguir ser el primer damo de esta ciudad tendré que ir pensando en causar algunas bajas accidentales entre mis rivales. Desengañémonos, aquí lo importante no es participar, aqui se viene a ganar, así que terminar siendo el esposo del regidor de cultura o deportes, no es ningún triunfo.

La sala donde se celebra el acto está llena de sillas enormes estilo colonial, tipo Emmanuelle, supongo que para dar la sensación de lleno absoluto, puesto que ocupan mucho más espacio que los taburetes de IKEA.
Un grupo de señoronas con muchas perlas ha ocupado los mejores sitios y se están poniendo ciegas de patatas fritas y ganchitos. Miedo me da que no se pongan a gritar como en el bingo o que las tenga que asistir en pleno subidón de colesterol. He visto muchos capítulos de House y Anatomía de Grey, sé como funciona esto de los primeros auxilios, pero con el dineral que me está costando el blanqueamineto dental, no estoy dispuesto a hacerles el boca a boca a ninguna de ellas. Estoy seguro además, que mañana mismo asistirán a cualquier acto de la oposición que incluya olivas rellenas de anchoa.

A primera vista, se puede observar una clara diferencia entre las esposas de los candidatos. Las que están más arriba son las que hacen el trabajo de relaciones públicas más elegante, mientras que las de más abajo recogen firmas para cualquier causa, reponen las bandejas de croquetas o reparten chapas y folletos. A estas pobres, se las ve muy desmejoradas, las hay que han venido en chándal y seguro que que llevan horas preparándolo todo, tomando chupitos de Agua del Carmen para no caer desmayadas. Decido dedicarles alguna sonrisa para que vean que en el fondo, yo también estoy con ellas.
En cualquier caso, está claro que yo no voy a hacer ninguna de estas últimas tareas, un servidor no está aquí para ofrecer chips al pueblo, así que me limito a acompañar a mi candidato, saludar a las personalidades y sonreir mucho, que es lo que vende.

Son las ocho y media de la tarde, a esas horas sólo tolero la bebida blanca y después de dos gin-tonics me siento mucho más relajado y simpático.

Llega el momento de tomar asiento para asistir a la presentación de una nueva asociación local, y lo hago junto a un senador (yo con menos, no me siento) que ha venido para dar mas empaque al asunto. He sido muy hábil y he ganado muchos puntos ante mis rivales, que deben estar muriéndose de envidia por mi privilegiada posición. Es obvio, que no es lo mismo sentarse al lado del charcutero del barrio, que junto a todo un diplomático de los que viajan a Madrid y toman decisiones importantes. De esta forma, me estoy garantizando aparecer en todas las fotos. Siento una tormenta de flashes en mi cuerpo y es en esos instantes, cuando gozo como una perra en celo, porque he ensayado mucho en casa frente al espejo del baño y estoy preparado para ofrecer a los chicos de la prensa local, mi mejor perfil. Me aseguro que mi esposo/candidato figure también en todas las imágenes con esa mirada de intelectual que sólo él sabe poner, porque aunque no haya otra cosa que me atraiga más que un buen flash, no hay que olvidar quien debe ser el verdadero protagonista de todos los planos.

El acto finaliza con gran éxito, más de 750 personas han asistido, las suficientes como para reservarnos un espacio en algún canal de televisión local e incluso autonómico. Después de las típicas despedidas y efusivos apretones de manos, las esposas de los candidatos más bajos en la lista se quedan barriendo (otra de sus funciones). Las vuelvo a sonreir para dejar constancia que las llevo en mi corazón y les estoy muy agradecido.
A la salida me veo forzado a luchar contra las "reinas del colesterol", en busca de un taxi para llegar a tiempo al cumpleaños de un amigo, que ha prometido barra libre de alcohol en su fiesta.